Habrán pasado meses,
quizás años
o un tiempo de colores
que a ninguno
nos cabe en la cabeza,
pero aquello,
aquella sensación no
quiere hacer
las maletas y aguanta.
Sigue encima
de lo increíble, sobre
el lienzo
que quise romper
solamente
por plantarme en aquel
adoquinado
y así soñar despierto,
mano a mano
inmerso en el bochorno
filológico
de ventanas cerradas y
una vein
tena de historias que
contar. Los días
aquellos que viví con la
mirada
lejos de las lecciones
de segundo
me alagaron de tal
manera que aún
siento los charcos por
las baldosas
de tu piso, la ducha que
tú hiciste
mía y otras acciones
indirectas
que traían tus labios,
novedades
y endecasílabos
desconocidos,
momentos que olvidaba al
regresar
a la realidad de los
apuntes,
cuando
fingía un gesto atento al profesor.