Fue hoy el amanecer una costa mojada
por el olor a sal en las aceras:
trajo la lluvia el mar
a este núcleo urbano, y me mojé
las botas y la vida cotidiana,
y recordé los besos del verano,
los párpados, aquí, tu mitad párpados
que son aquel acordeón que no
pudo romper la tela de tu norte
extranjero. ¿Quizás este que ahora
mira el aire y las hojas es el tronco,
el billete o el cristal de su mañana?
Sale el sol poco a poco.
En las estanterías blancas me coloqué
un pedazo de día entre los libros
y las fotos de fondo personal.
Quizás esta mirada que aprende sus trabajos
salga a la calle y toque
el brillo que los charcos se dibujan.