Mi madre me recuerda, muy de vez
en cuando, que su padre, mi abuelo,
días antes de morir quería
encargar dos trajes a un sastre: uno
para él y otro para mí. Un traje para
un niño de tres años.
Muy de vez
en cuando, le recuerdo a ella que hay días
en los que mi abuelo es mi copiloto:
yo le suelo ofrecer algún cigarro
y él, mientras sintoniza Radio Olé,
me dice: chulo, cuida de tu madre,
que se merece todo lo bueno de este mundo.
Algunas veces, muy de vez en cuando,
ella piensa, y lo sé, que, por mucho
que nos duela la vida, ella nunca ha dejado
de ser la niña tierna de su padre.
Increíble, Sesi.
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