temblando como un niño que comulga
Claudio Rodríguez
He pedido a la vida que se ponga
guapa y luego poder verla sentada
dentro, en la biblioteca, a media tarde,
como cuando en invierno anochece tan pronto,
con su bolso y con toda su belleza
al reírse, al mirarme. Es una obligación,
entonces, atender a la calma del campus
o del mundo o de la quietud del día,
para saborear la respuesta recién
encontrada: ¿por qué huir del lugar
que aún no me ha enseñado los colores
que guarda, la experiencia que respira?
No me voy a Salamanca, mamá, papá, amigos.
No he pedido la beca. Me quedo.
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