ela que quiso exir festino,
vertiós’ el agua sobr’ el vino.
“Razón de amor”
Dos aspectos: primero, la paz en el espíritu,
se alza la mirada, el ambiente caluroso,
dos pies que emancipan los deseos eternos,
y segundo, la sangre del borracho,
esas teorías libres sin chaleco ni firmeza
chapurreadas en tequila, las calles y tabaco.
Cualquier técnica es válida: las rodillas
calvas, delirium tremens en el vómito
de las aceras de la capital política de Europa,
barra libre, teatro, letanías,
la música que ha bailado la moda del verano.
Y compañía. Y la soledad
más absoluta.
¿El precio de los cielos
resta el valor del karaoke, la vista
encajonada por la velocidad
o el aquí te pillo, aquí te mato
que nunca se deja ver? Pero
siempre se cuela todo entre medias de la expresión.
Como esas medias que no sé por qué
se han roto, como aquella luz
de las cuatro de la tarde
pongo el ejemplo de una intención
sola y única, ambigua claridad:
el cuerpo y el alma solo responden, al final,
al vacío de no sentirse nadie.
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