martes, 18 de enero de 2011

Anales 6

De vez en cuando apetece un poema de amor. Y eso que yo no soy muy asiduo a perderme como hacen tantos y tantas por sus palabras, sus versos, sus besos y su miel -mucha, mucha miel que termina ahogando-, pero ahora en este período de exámenes universitarios no viene mal un poco de "distracción quimérica" algo fuera de los límites de los apuntes y la tinta (en segundo los exámenes eran mucho más terribles y anchos, aun así en estos de la universidad prima ante todo el misterio). La distracción me viene en esta noche de martes con un poema de Luis Rosales. Preferiría, sinceramente, que los versos de amor hablaran de carmín, tetas y cigarrillos (porque la auténtica belleza reside en la realidad más mundana). Me reservo el derecho de admisión:

ANDAR ES TU DEFINICIÓN

Si alguien me hiciera una pregunta
sólo podría decirle que a mí me gusta verte andar,
y en vez de contestarle
trasladaría mis ojos a los suyos para que recordara,
sin haberlo vivido,
la convencida seriedad con que andas lo mismo
[que la luz se mueve haciendo testamento,
pues tus pasos transmiten un orden instantáneo
como si tú llevaras al andar el movimiento
[de la tierra.
Destraba y solar vienes desde la sangre
[y tienes el oficio del verano,
andar es tu definición
y tu gracia es el orden,
y tu fuerza es el ímpetu con que a veces te paras
[mientras hablas
igual que se repliegan las defensas de una
[ciudad para hacerla más fuerte.



Porque en la experiencia reside la razón de nuestros actos (y de nuestra fe), debo poner algunos ejemplos claros y evidentes de belleza, ya que antes se habló del tema:









Al margen de este elenco, ahora sí que me gustaría mostraros y dejarme empapar por un auténtico poema de amor:


En invierno es mejor un cuento triste

Conmigo tú no tengas
remordimiento, madre. Yo te doy lo único
que puedo darte ahora: si no amor,
sí reconciliación. Ya sé el fracaso,
la victoria que cabe
en un cuerpo. El caer, el arruinarse
de tantos años contra el pedernal
del dolor, el huir
con leyes a mansalva
que me daban razón, un cruel masaje
para alejarme de ti; historias
de dinero y de catres,
de alquileres sin tasa,
cuando todas mis horas eran horas de lobo,
cuando mi vida fue estar al acecho
de tu caída, de tu
herida, en la que puse,
si no el diente, tampoco
la lengua,
me dan hoy el tamaño
de mi pecado.

Sólo he crecido en esqueleto: mírame.
Asómate como antes
a la ventana. Tú no pienses nunca
en esa caña cruda que me irguió
hace dieciséis años. Tú ven, ven,
mira qué clara está la noche ahora,
mira que yo te quiero, que es verdad,
mira cómo donde hubo
parcelas hay llanuras,
mira a tu hijo que vuelve
sin camino y sin manta, como entonces,
a tu regazo con remordimiento.


Claudio Rodríguez,
Alianza y condena

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Alterae res

Vídeo realizado por Alma Prieto