El destino o tal vez Dios ha querido
que ahora estés paseando por Córdoba,
tú solo, con las manos dentro de los bolsillos,
atento a la carrera latente
de las nubes orondas de los cielos.
La paleta andaluza de geranios
y flores o los arcos de herradura
califal con dovelas alternantes
pueden ser dos perfectos ejemplos
de la belleza variopinta
que escondemos los hombres,
no sin olvidar la mirada de uno
orientada al frente, el orgullo
de vagar solitario
y las casualidades de la vida,
que múltiples sorpresas nos componen.
Una sonrisa que se esconde,
que se esconde con celo, y es capaz
de atravesar ciudades y provincias,
tiempo y espacio, convirtiendo
a la hueca compañía en báculo de apoyo.
Sesi, me gusta.
ResponderEliminarMe alegra que hayas vuelto =)
¿Sabes? Leyendo las primeras líneas, he sido capaz de imaginarme a mi misma paseando por esa Córdoba variopinta y colorida... Son versos capaces de recrear, sin más, y eso me agrada.
ResponderEliminarMuchas veces, sonreírle a la Soledad, la convierte en compañera...
Bonito poema, al igual que otros más que tienes por aquí.
Saludos.